En 1996, el guitarrista Ry Cooder viajó a La Habana en busca de artistas africanos para grabar un álbum y en su lugar se encontró entre músicos cubanos de ochenta años, amantes del son y el bolero.
De esta experiencia nació el álbum Buena Vista Social Club y, posteriormente, el documental del mismo nombre. Dirigido por Wim Wenders, Buena Vista Social Club (1999) explora la vida y el entorno de músicos casi olvidados que formaron un grupo tan impresionante que (por momentos) opaca al mismísimo Ry Cooder.
Veinte años más tarde, Lucy Walker decidió retratar la vida de Compay Segundo, Eliades Ochoa, Ibrahim Ferrer y Omara Portuondo después de alcanzar la fama internacional.
Buena Vista Social Club: Adiós es un documental del 2017 y la mejor forma de visitarlo es a través de sus frases.
“Compay Segundo nunca estuvo en el Buena Vista Social Club.”
Con esta afirmación empieza el documental que nos pone en contexto histórico, político y social con las raíces del son cubano. La primera escena es una visita al lugar donde solía estar el original Buena Vista Social Club en la década de los cuarenta, en donde, al parecer, nunca estuvo Compay Segundo.
Así es como Walker se separa del primer documental para contar una historia distinta a la de Wenders y hablarnos de racismo, pobreza y la llegada impuntual de la fama.
“Sarah Vaughan es la Omara Portuondo americana.”
Cuando Ry Cooder escuchó la voz de Omara, dijo que era tan buena cantante que podría ser la Sarah Vaughan cubana. A lo que Juan de Marcos responde “No, Sara Vaughan es la Omara Portuondo americana”.
Así es como el Buena Vista se formó por los mejores y más virtuosos músicos de su generación. Algunos con conocimientos de música clásica, otros autodidactas; todos encontrando su motor en las raíces de su país.
“Mienten los aparejos esos.”
Un orgulloso Compay Segundo no permite que una máquina le diga si su guitarra está afinada o no. “No estás viejo, tú estás loco”, discute con Pío Leyva.
En este documental podemos ver las dificultades antes de subir al escenario. Lo complicado no es trabajar con artistas tan experimentados, lo complicado es que, por supuesto, ninguno de ellos puede estar equivocado.
“Las flores de la vida llegaron tarde, pero llegaron.”
Lo más interesante de Buena Vista Social Club: Adiós, es conocer la vida de los músicos que conocieron la fama después de los sesenta años.
Compay Segundo decía “Las flores de la vida llegan tarde o temprano, pero sólo llegan una vez”. Ibrahim Ferrer había renunciado a la música antes de participar en el primer documental. En esta secuela vemos todo lo contrario. ¿Cómo se vive el éxito cuando tu voz no es la misma y el cuerpo empieza a fallar?
“En el sepulcro yo voy a tocar la última nota.”
Rubén González, en sus últimos años, afirma que a pesar de que su mente y su cuerpo empiecen a faltar, no va a dejar de tocar el piano. Y lo hace de forma magistral. Omara lo secunda: “Yo quiero seguir cantando hasta el final.”
El Buena Vista Social Club se formó con músicos que no tenían un sueldo fijo y apenas sobrevivían con otros trabajos pero nunca dejaron de tocar, de cantar ni de componer melodías que ahora son representativas de una generación.
Es necesario conocer ambos documentales para entender la historia no sólo del Buena Vista Social Club, sino de todo un país y de los músicos que cambiaron la forma en que el mundo veía la música latina. Recuerda que ambos documentales, Buena Vista Social Club (1999) y Buena Vista Social Club: Adiós están disponibles a través de Claro video y también puedes disfrutar de sus canciones a través de Claro música.