Hablar sobre Stanley Kubrick es referirnos a uno de los directores de culto más emblemáticos del siglo XX. Un genio de la cinematografía que se destacó por la perspicacia y pulcritud con la que filmó cada una de sus películas, sin importar la temática; maravilló a la crítica en distintos géneros.
Kubrick se arriesgó una y otra vez en nombre de sus obsesiones detrás de la cámara. Poco le importó inmortalizarse como el director que pasó 400 días rodando una película, o el que ejercía una presión enfermiza en sus protagonistas; mucho menos como el cineasta que se burló de un acontecimiento histórico que casi provoca un enfrentamiento nuclear. Sí, hablamos de Dr. Strangelove (1964).
Desde su trinchera, el director estadounidense rompió la tensión de la Guerra Fría, estrenando una película de humor negro que se mofa de la paranoia protagonizada por Estados Unidos y la Unión Soviética en cuanto a una guerra nuclear que jamás sucedió.
Kubrick retomó el enfrentamiento histórico que puso de frente al capitalismo contra el comunismo en busca de un nuevo orden mundial, y planeó un escenario en el que Estados Unidos pone en marcha un ataque nuclear en contra de la Unión Soviética relacionada a la fluorización del agua.
Para crear el argumento de la historia, el cineasta se inspiró, en primera instancia, en la novela bélica Red Alert del escritor Peter George; sin embargo, la película terminó convirtiéndose en una gran parodia de la Guerra Fría, y específicamente de la crisis de los misiles, acontecida dos años atrás, cuando la Unión Soviética en su afán por apoyar a Cuba, provocó un enfrentamiento en el que la isla y Estados Unidos se amenazaron sigilosamente con misiles nucleares.
Kubrick no solo cumplió su fantasía de ver estallar el conflicto con la emblemática escena final, sino que también exaltó el miedo de la nación americana hacia el poder soviético con «El dispositivo del fin del mundo», capaz de aniquilar a todo ser vivo a la menor provocación. El director dramatizó hasta lo absurdo la paranoia, y enfrentó sin intermediarios a las dos superpotencias del siglo XX.
Haciéndole honor a su fama de llenar de referencias sus películas, el cineasta le dio una representación literal al polémico teléfono rojo, el medio de comunicación vía teletipos que se implementó entre Washington y Moscú luego de la Crisis de los Misiles en Cuba. Dicho objeto es utilizado por los líderes mundiales en una de las escenas del cuarto de guerra dentro del Pentágono. Cabe destacar que en España la película fue traducida como ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú.
El reparto de la cinta cuenta con la extraordinaria actuación del comediante Peter Sellers, quien interpretó al Capitán británico Lionel Mandrake, al presidente de Estados Unidos Merkin Muffley, y al Dr. Strangelove, el chiflado científico ex nazi que fue traído a Estados Unidos mediante la Operación Paperclip, que en realidad existió, y que extrajo de Alemania a los mejores científicos especializados en las «Armas maravillosas del Tercer Reich».
El doctor Strangelove es sin duda el personaje más memorable de la película, y uno de los más representativos de la filmografía de Kubrick también, pues se trata de un hombre maquiavélico que intenta persuadir al presidente para comenzar una retorcida estrategia sexual para repoblar el mundo luego de la explosión nuclear.
Se dice que el político germano-estaunidense Henry Kissinger fue la inspiración de Kubrick para crear a doctor Strangelove por su rol en la política internacional, su peculiar acento, y por su aspecto físico, sin embargo también se ha hablado de Herman Kahn, el estratega nuclear más conocido en Estados Unidos, debido a que una de sus teorías más famosas dice que algunas personas podrían sobrevivir a una guerra nuclear, justo como lo sugiere el personaje.
Algunos proponen que el nazismo mal reprimido de Dr. Strangelove está inspirado en Von Braun, el ingeniero aeroespacial alemán, nacionalizado estadunidense que desarrolló el V-2 para Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Recordemos aquella escena en la que el personaje llama erróneamente al presidente «¡Mein Fuhrer!». Otros señalan como inspiración al físico Edward Teller, y a Weegee, un fotógrafo de acento extraño que conoció Peter Sellers cuando emigró de Ucrania.
Stanley Kubrick no perdió la oportunidad de mofarse de los líderes de su país con un presidente inseguro, débil e incapaz. Se dice que, al principio, la intención del director era darle una personalidad solemne al personaje; pero Sellers estaba resfriado durante el rodaje, así que arruinó distintas tomas, y adquirió luego una actitud más retraída.
Dr. Strangelove es una película esencial para todo cinéfilo, ya que está llena de referencias que van más allá de una historia de comedia. Si quieres revivir, una vez más, esta extraordinaria cinta, te invitamos a verla por Claro video.