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Recordando a Dolores del Río

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En las cinematografías del mundo existen símbolos, sin los cuales, su historia sería incomprensible. En México, Dolores del Río, fue una de sus figuras más representativas y memorables.

Su carrera en el cine silente inició en 1925 (Joanna, Edwin Carewe) y se consolidó rápidamente en el imaginario del séptimo arte estadounidense. Dolores del Río dominó Hollywood por su talento histriónico, versatilidad y un rostro que, en los grandes acercamientos en pantalla, dejaba una memoria en blanco y negro que se perseguía tratando de encontrar una caricia o una mirada.

Después que su carrera en Estados Unidos comenzara a declinar, María de los Dolores emigra a México para trabajar con dos de los cineastas con mayor corpus en la cinematografía mexicana: Emilio Fernández e Ismael Rodríguez. Para 1943, México vivía la época de oro en el cine: las producciones nacionales no sólo tuvieron gran impacto en propio territorio, sino en Estados Unidos y Europa. La actriz duranguense robusteció la industria nacional con su mirada suave y su experiencia incomparable.

Para 1959 Del Río y Félix eran íconos de la pantalla grande e Ismael Rodríguez logró vincularlas en un trabajo sólido que estuvo nominado a la Palma de Oro del Festival de cine de Cannes: La Cucaracha. El equilibro en los papeles protagónicos de ambas actrices, permitió al espectador abrazar sus personajes a pesar del contraste entre ellos: elegante, culta y maternal, Dolores del Río representó uno de los papeles emotivos del ocaso de su carrera.

En Claro video puedes regresar al México revolucionario y a la mirada de Dolores del Río en La Cucaracha.

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